VIERNES, 31 DE ENE.

Rosario Sin Secretos: la ciudad fenicia que imploraba arte y poesía

A propósito del Tricentenario: ¡no se hizo sola! La hicieron, la hicimos, la podemos seguir haciendo entre todos si, simplemente, escuchamos a su propia gente y le damos a cada quien, la oportunidad de desarrollar sus talentos.

 

Corrientes 451, durante 5 años, la segunda locación del cine Imperial, llamado entonces Imperial Biógrafo, en la cosmopolita Rosario de 1912.

La ciudad progresaba sin prisa y sin pausa. Pero todo el progreso estribaba en la valorización de las grandes obras y los ladrillos. Casi como ahora que se piensa que progresar es “amontonar gente” y se construyen cientos de edificios con departamentos diminutos de un ambiente para aprovechar todo espacio disponible, como si estuviéramos en la isla de Japón o en México.

Atrás quedaron las casas grandes que albergaban a familias enteras, pero esto será tema de otro capítulo.

Hoy nos vamos enfocar en aquel enero de 1920 cuando todavía se saboreaba la convocatoria culturosa de 1913 que marcó algo que la sociedad callaba a gritos. No había espacio para las expresiones culturales en la ciudad luminosa, esplendorosa y pujante del Rosario de Santa Fe de la Vera Cruz.

No existían museos, ni históricos ni de bellas artes, ni tampoco instituciones universitarias o académicas que los impulsen o manifiesten su sed de arte y poesía.

Todo era ganancia, monetaria, material, comercial. Que no es un pecado claro, el problema es cuando se descuida el sustento más importante del ser humano, su espiritualidad.

Había muchos coleccionistas de arte, todos particulares, que se lucían a cada quien más y mejor, entre la sociedad y sus amistades como manifestación de status social y económico.

La burguesía ascendente lograba adquirir piezas de inconmensurable valor artístico y se desarrollaba una cultura de las bellas artes sólo puertas adentro.

Y acá nos encontramos con Antonio Cafferata, un brillante abogado e intelectual volcado a la investigación de la historia y la antropología que, cuando fue concejal, presentó el proyecto y se aprobó, para que el 4 de octubre de 1925, el intendente Manuel Pignetto declarara esa fecha como Día de Rosario y, más aún, se tuviera a 1725 como fecha fundacional cuando Francisco de Godoy se aposentara en estos pagos acompañado de pacíficos calchaquíes que venían huyendo de otros beligerantes indígenas.

Sobre terreno propio y preparándose para la ampliación en 1920, ante la aparición del cine sonoro y el desborde del público, Delannoy y la empresa Candia le dieron su estilo art decó.

Viene bien recordar lo que transcribió el mismo Cafferata en la Efemérides Santafecinas escrita por su padre, y él publicara en homenaje a su memoria: Un día como hoy, 7 de enero de 1532, los indios timbúes, capitaneados por sus caciques Mangoré y Siripo, atacan y destruyen el fuerte Sancti Spiritus, primer asentamiento español fundado por Sebastián Gaboto en la desembocadura del río Carcarañá (más precisamente, Cará Cará Añá, que significa Carancho Diablo), la ruta obligada entre la montaña y las pampas.

Pero regresemos al pasado de 1920, para citar a Cafferata, mucho más que la calle de la terminal de Ómnibus Mariano Moreno, aún cuando esta refiera al ancestro de nuestro protagonista, Juan Manuel, quien fuera jefe político de Rosario y luego gobernador de la provincia de Santa Fe. Durante su administración, y viene bien saberlo, se fundaron 17 colonias e inauguraron múltiples escuelas primarias. Acá en Rosario, creó el Colegio de Artes y Oficios a cargo de la orden salesiana, hoy Colegio San José de Rosario, que comprende toda la manzana de Presidente Roca, Jujuy, España y Salta.

Antonio Cafferata, una figura fuerte del catolicismo, también había sido presidente del Círculo Católico de Obreros de Rosario y director del diario La Verdad, desde donde promovió la creación del Obispado, sin dejar de ser un caracterizado miembro del Jockey Club, entidad a la que donó íntegramente su Biblioteca completa.

Porque esos mismos coleccionistas también pensaban en la ciudad que los contenía y dejaban en ella su huella a través de obras y donaciones. Como por ejemplo, cuando promueve la creación de la primera Comisión de Bellas Artes, rápidamente municipalizada, que asume como principal misión la de celebrar anualmente Salones para exposición y, fundamentalmente, crear un Museo de Arte, el que se inaugura en 1920 con obras de su propia colección de medallas francesas, unas 120 piezas grabadas con motivos conmemorativos e institucionales, siendo él su vicepresidente.

También en los ‘70 se permutó patrimonio histórico por modernidad. Allí donde se levanta este edificio, Corrientes y Urquiza, estuvo el magnífico teatro Colón rosarino.

Antonio Cafferata fue profesor de historia y geografía en la Escuela Superior de Comercio, profesor de historia y literatura en la Escuela Normal de Profesoras Nº 3 “Nicolás Avellaneda”, miembro titular de la Academia Americana de la Historia y de la Societé Archeologique de Bordeaux, y doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Entusiasta impulsor también del otorgamiento de la beca desde el Jockey Club al joven artista de 20 años Delesio Antonio Berni, justo el nombre que hoy se le dado al Distrito Centro.

Toda una pintura de un gran hombre “de película” de nuestra historia…

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